lunes, 5 de enero de 2009

Final de viaje; 6-7 de diciembre. 25 horas de viaje

Hoy volveremos a poner a prueba el sistema de transportes mundial y el espacio-tiempo terráqueo.

A las siete de la mañana del sábado nos atrapa el primer taxi en el embarcadero de Puerto Ayora, quince minutos después somos los últimos en subirnos a un viejo destartalado autobús donde colocan nuestras maletas en un techo, atándolas eso sí, y cubriéndolas con una lona. Cuarenta y cinco kilómetros después llegamos al extremo norte de la isla donde embarcaremos en una barcaza para atravesar el estrecho canal que separa la Isla de Santa Cruz y la isla de Baltra, donde nos volverá a recoger otro autobús que nos dejaré en el pequeño aeropuerto de Baltra.

Mientras atravesábamos el canal vimos a los mismos lobos marinos que vimos a la llegada a la isla encima de una boya descansando plácidamente, totalmente ajenos al ir y venir de viajeros.

Tras apurar unas últimas compras, un libro sobre las galápagos y una camiseta, nuestro avión con destino Quito sale puntual a las 10:30, iniciando un viaje de lo más idiota posible, Baltra-Quito con parada en Guayaquil. Y digo idiota porque por una equivocación mía el vuelo de vuelta a España lo cogí desde Quito, vuelo que volvía a hacer escala en Guayaquil para luego ir a Madrid.

Nuestra primera parada en Quayaquil fue a las 13:30 del sábado y seis horas y treinta minutos después volvíamos a estar en Guayaquil, con eso lo digo todo. Ya a bordo del avión de vuelta a Madrid pude ver que de nuevo sobrevolábamos Quito pero esta vez sin aterrizar…

El viaje iba todo bien hasta que la compañía Iberia, que operaba nuestro vuelo de vuelta, se cruzó en nuestro destino. En Quito sufrimos sin recibir ninguna explicación dos horas de retraso y el avión no era el fantástico avión de la ida en la compañía LAN. Ni nos dieron anteojos ni tapones para los oídos y tampoco tenían nuestros asientos sistemas de video individuales donde uno podía ver series y películas a discreción además de juegos.

Tras salir de Guayaquil y tras casi once horas de vuelo detrás y una “dormidina”, llegamos a Madrid el domingo a las 14.30. Temperatura exterior 11ºC con lluvia. Dos horas después estábamos en nuestra casa gracias a los taxis, barcazas, aviones y autobuses.

El viaje nos duró unas 25 horas y la diferencia horaria fue de 7 horas desde las Galápagos a Madrid. A pesar de ello el viaje no se nos hizo pesado, quizá lo más doloroso fue volver a iniciar la dolorosa rutina de cada domingo, comprar el periódico en el odioso Herón City.
Volveré a las Galápagos, me espera un crucero pendiente...

1 comentario:

Unknown dijo...

Vengo de mi otro blog en el que me dejaste un comentario hace unos días. Ése lo cerré porque había que pasar página de unas cuantas cosillas.
Ahora te escribo desde mi vergel, un jardín hermosos donde se respiran risas y amor.
¿Quieres venir a conocerlo? Te invito gustosa.
Anda, entra que aquí se está muy agustito.

Besos rociados con mi regadera,