viernes, 26 de diciembre de 2008

Nosotros buceamos en "la corona del diablo". Floreana 5 de diciembre

Hoy era nuestro último día en las Galápagos así que a las 8:00 a.m. ya estábamos embarcando en una fibra camino de Floreana.
Esta vez íbamos 16 personas en la fibra del cucaracha, la mayoría de ellos jóvenes además de una pareja americana de unos sesenta años y de un par de gigantones que eran productores de TV y que vivían en Miami. Como pesaban más de 100 kilos de largo, tuvieron que ponerlos uno a cada lado y al final de la barca, junto a nosotros. Además por si pesaban poco entraron con una caja de cervezas de medio litro cada una.

El día amaneció totalmente soleado y la mar estaba muy calmada así que en poco menos de dos horas llegamos a Floreana donde nada más desembarcar ya nos estaban esperando con un bus abierto. Duranbte el viaje hicimos migas con los productores de TV y estuvimos hablando de Obama y de Chavez. Ellos estaban aquí porque era su único día libre porque estaban dando cobertura desde Miami a una productora japonesa que elaboraba un documental sobre las Galápagos.

La primera impresión de Floreana fue la de una isla muy verde con una montaña que sin lugar a dudas era un volcán, y muy pocas casas en el puerto, único lugar habitado por otra parte.

El autobús, aunque realmente era un viejo camión con remolque acondicionado, nos llevó a la parte alta de la isla, a un centro de cría de tortugas una vez más, donde las pudimos ver comiendo los vegetales que les habían puesto, supongo que un poco antes de que llegáramos para pillarlas en plena actividad, porque excepto en el amor son sosas de cojones!. Después nos llevaron a visitar las cuevas y formaciones rocosas donde en otra época se cobijaban los piratas, y que a principios del Siglo XX fueron también utilizadas por los Wittmer. Los susodichos fueron una familia alemana que llegaron en 1932 a la isla y allí dieron a luz poco después a su primer hijo, el primer nacido en la isla. Poco después se les unieron otros personajes extraños como una baronesa con sus tres amantes (menuda pitón debía ser...). En la isla pudimos ver la cueva donde se refugiaron el primer año los Wittmer hasta que construyeron una casa cerca de la orilla, también vimos una cabeza esculpida que hicieron porque tiempo libre tuvieron que tener...

En estas islas había abundancia en otra época de animales domésticos como vacas, cerdos y cabras, pues los barcos los desembarcaban para en el futuro poder aprovisionarse de carne fresca. Poco a poco estos animales fueron totalmente aniquilados o controlados para intentar recuperar la flora y fauna local.

Después de hacernos decenas de fotos de todas las maneras y formas posibles, bajamos hacia el puerto y nos dirigimos hacia una pequeña bahía para comer al abrigo del sol en una cueva y hacer un snorkel para ver... casi nada! Sólo una manta, una tortuga y poco más. De todas las maneras lo divertido de este día fue el grupo de gente que nos juntamos para realizar la excursión, donde estuvimos todo el día bromeando. Había una pareja de chilenos, muy pijillos, una quiteña, un mallorquín, unos mejicanos residentes en USA, un americano y su pareja taiwanesa, los dos gigantones uno de Puerto Rico y el otro de Perú, y el capitán, un marinero y el guía, el ambiente fue siempre divertido.

El cucaracha, que obviamente no vino, era además un magnífico cocinero y nos había preparado un estupendo arroz marinero que devoramos rápidamente.

Tras la comida fuimos a una lobería cercana donde pudimos ver a un gran macho junto a tres hembras y varias crías. El espectáculo del macho guardando el harén era fantástico. El guía nos había advertido que ese macho era bastante excitable (como Máximo pensé), y que el día anterior les había perseguido. A pesar de su aparente lentitud, en la arena también hay que tener cuidado con ellos porque no son tan lentos, una caída y se echan encima, lo peor no deben ser los mordiscos, sino que te confundan con una hembra y te intente montar con lo que deben pesar..., sin embargo por las rocas de lava van despacio para evitar destrozarse la piel. Cuando se metíó en el agua junto a una hembra pudimos bajar a la playita para ver a las crías y a una madre.

Después, y dejando atrás un paisaje idílico, emprendimos el viaje de vuelta hacia la mítica corona del diablo, una antiguo cráter de volcán sumergido donde es posible ver a muchísima fauna marina. Cuando llegamos allí, en principio no querían que nos arrojáramos al agua, pero como nuestras ganas iban en aumento nos preparamos para el snorkel aunque ya empezaba a atardecer y el color del agua era muy oscura.

Máximo fue el segundo en arrojarse y al minuto se alejó tremendamente de la fibra por la fuerte corriente de agua. Al poco nos fuimos tirando unas ocho personas y escuchamos la voz del capitán que nos advertía sobre las fuertes corrientes, pero si ya estábamos en el agua, carajo- pensé. Nuestro guía también se tiró al agua y con él nos dejamos arrastar hacia el otro extremo de la corona del diablo pero por fuera, en un momento el agua nos llevó como palitos de madera que flotan en la corriente. Mientras tanto el fondo parecía formidable, con muchísimos bancos de peces que nadaban contracorriente para alimentarse y otras grandes sombras que tan solo adivinamos sin poder conocer de que se trataba. Cuando llegamos a una de las bases de la corona, sufrimos de nuevo otra corriente que era la que atravesaba el interior de la corona, para evitar ser arrastrado por ella nadamos con todas nuestras fuerzas hasta una pequeña calita que divisamos. En principio parecía imposible, pero pensaba que si no llegaba la corriente me arrastraría y más tarde o temprano la fibra me rescataría, lo cual me clamó un poco. Para mí ese snorkel lo tomé como “llegar o morir”, por lo que al final conseguimos llegar medio extenuados hasta la calita donde nos pudimos refugiar y contemplar durante unos breves minutos la corona y la mar subiendo y bajando. Adrenalina a tope y el corazón a mil por hora!!. Allí sólo llegamos el guía, Máximo y su costilla nadadora, que nada mejor que yo, y una valiente quiteña que iba sola, con sus dos ovarios. Después nos tiramos al agua y la corriente del interior de la corona nos expulsó hacia la mar abierta donde nos recogió la fibra. La valiente quiteña se entretuvo viendo un lobo marino cazar bajo el agua y al poco subió como si le hubiera provocado un orgasmo el mismo Neptuno. En la fibra, y con el sol bajo, nos aterimos de frío pero poco a poco nos fuimos secando como pudimos. La cara de felicidad era total en los que nos sumergimos, la adrenalina y el vencer el miedo tiene esas cosas.

Cuando llegamos a Puerto Ayora y tras despedirnos de nuestros camaradas de viaje, pudimos ver que Luca, el italiano, había empapelado el embarcadero anunciando que esa noche era su último día en la isla y que preparaban una cena italiana especial. Así que ya teníamos plan para cenar.

Antes de cenar nos dedicamos a realizar diversas compras en la isla, y en especial un tapiz de lana de alpaca del que nos encaprichamos y que a día de hoy nos sigue maravillando cada vez que lo vemos ( de Máximo Laura para Máximo Diechi pensé, eso, y la Visa y el regateo incluido con la vendedora y el dueño, un suizo muy soso, pues Máximo es cabezón cuando se pone).

En la cena en “El Chocolate” nos despedimos de nuestra camarera mulata y de Luca, el italiano más encantador que he conocido, siempre con una sonrisa en la boca y con la esperanza de vivir su mejor aventura en una viaje sin meta fija que le tenía que llevar hasta la Patagonia. Su pasta sencillamente, inmejorable, y las langostas de cierre las mejores que comimos allá.

Aquella noche recogimos todos nuestros bártulos y nos preparamos para descansar pues al día siguiente volábamos hacia Madrid.
Adiós iguanas adiós, adiós piqueros adiós, adiós desidia, adiós...Zzzz, zzz, zz, z, volveré amiga Iguana, Zzzz, zzz, zz, z

domingo, 21 de diciembre de 2008

Puerto Ayora 4 de diciembre

Nos levantamos a las 5 de la mañana, pero despertarse, lo que se dice despertarse mucho antes, tan pronto como a los putos gallos de los alrededores les dio la gana de despertar a los foráneos. Cadencia a las 5 a.m. 4 kirikis por minutos. Sencillamente insoportable. Tras recogernos en un remolque abierto nos dirigimos hacia nuestra fibra que salía a las 6 a.m. junto a otras 15 personas. Allí conocimos a nuestra segunda pareja de españoles del viaje y mejor sería no haberlos conocidos. Ella se lío a gritos con una pobre galapageña por conseguir el mejor sitio al lado del motor y así evitar los golpes de la proa contra las olas, y el, sencillamente parecía venusiano. El viaje duró unas dos horas y el mar estaba muy calmado así que no tuvimos el mareo de la ida.
En Puerto Ayora (Isla Santa Cruz) nos alojamos en el hotel Castro, confortable y digno con agua caliente (60 $/habitación) y allí decidimos que nos presentasen a algún guía para los próximos dos días. Y así fue como conocimos al "cucaracha", un tipo que se acercó a un bar próximo donde estábamos desayunando y entre bollo y bollo negociamos lo que íbamos a hacer los dos días siguientes. Realmente “el cucaracha” no era un guía sino una especie de “conseguidor” local y su dominio del entorno era realmente abrumador, hablaba con el móvil sin parar, negociaba con nosotros y con la mano que le quedaba saludaba sin cesar a unos y otros. Nos dijo que se existencia en la isla se remontaba a seis generaciones por lo que con un rápido cálculo sus antepasados debían ser fruto de un cruzamiento contra natura entre un marinero del Beagle de Darwin y una pinzón de la isla.

El decidió que debíamos ir por la mañana a Bahía Tortuga (estaba dentro de nuestros planes) y por la tarde visitar la parte alta de la isla para ver los galápagos gigantes y los túneles de lava (aquí cedí por la afición de mi wife hacia las tortugas, después de los elefantes son su animal favorito…).

La visita a Turtle Bay, comienza en un control de acceso donde apuntan la hora de entrada y el nombre de los visitantes y sigue por un camino de madera de unos 4 kilómetros que atraviesa un gran manglar. Al finalizar el espectáculo es increíble, el camino se abra a una gran playa de varios kilómetros de longitud, de fuertes olas y corrientes, y con arenas blanquísimas, por donde se arrastran grandes iguanas que van dejando su rastro por la arena. Como en esa playa está prohibido el baño seguimos andando hasta el final donde al atravesar una pequeña zona de rocas y manglar divisamos una segunda bahía con una inmensa laguna de mar lisa y perfecta para el snorkel. El agua de la laguna estaba bastante turbia y no permitía ver con claridad el fondo por lo que al bucear nos topamos con tiburones de aleta blanca que descansaban en el fondo a escasos metros de nosotros o con una gran raya del tamaño de un C2 cuya cola con aguijón me dieron un soberano susto al verla a escaso medio metro.
En las rocas de los manglares pudimos ver piqueros de patas azules, iguanas nadando y comiendo algas y pelícanos. Al salir, en la orilla los tábanos empezaron a reclamar su parte de sangre y llegó un momento en que su cadencia era de unos 7-8 a la hora haciendo ya insoportable la estancia en la playa. Sin embargo para mi esa playa fue una de las mejores que he conocido en mi vida ( y no son pocas ya, pero si, me faltan las de indonesia y otras tropicales pero ufff.). La vuelta se nos hizo demoledora pues a mi costillita los tábanos le habían vuelto a picar en el mismo tobillo que hace un par de días con el resultado de incrementar la inflamación en la zona ya afectada. Además el fuerte sol y el escaso agua que llevamos le debieron provocar una bajada de tensión por lo que el camino se nos hizo eterno. Al llegar al puesto de control se bebió tres cocas colas seguidas y se recuperó.

Tras ducharnos y refrescarnos y conseguir algo de comida nos fuimos con Joffrey, un contacto del cucaracha que nos llevó a las tierras altas a ver tortugas. Allí fuimos testigos del ardiente amor de dos grandes galápagos que rugía y rugía con cada empellón de su caparazón. El “peazo” tortuga debía de pesar unos 200 kilos por lo que nos contaron. Joffrey era del interior de Ecuador y había venido con sus hermanos a trabajar a Santa Cruz atraído por la abundancia de trabajo y los mejores sueldos (el sueldo medio en Ecuador es de unos 200 $ al mes y en las Galápagos se triplica). Después de visitar el centro de cría de tortugas nos embarramos en un tunel de lava y nos fuimos para Puerto Ayora.
Allí deambulamos por la avenida principal y vimos al cucaracha en plena faena de comprar varias langostas en la lonja local. Lo curioso es que junto al cucaracha y los pescadores que vendían su producto se arremolinaban varios pelícanos y algún que otro lobo de mar que parecían ejercer de mudos testigos de las transacciones a la baja que allí se realizaban. El cucaracha nos pidió 40 $ a cuenta para cerrar su compra que por supuesto no eran para él, sino para unos contactos que tenía en Guayaquil.
Nuestra cena del día la realizamos en “el Chocolate”, restaurante de la tía de Joffrey, donde conocimos a una maravillosa camarera mulata y a un italiano que se encontraba recorriendo América del Sur y que provisionalmente se encontraba trabajando allí. El precio de la langosta 15 $, la mejor que comimos.

A las 9 p.m. nos fuimos camino de la cama, después de una agotadora jornada, a dormir como lirones o como pinzones.

sábado, 20 de diciembre de 2008

3 de diciembre, cumpleaños en un volcán


El día de mi cumpleaños nos levantamos tras no pegar ojo por la noche gracias a no menos de 4 gallos que se habían puesto como objetivo cacarear hasta reventar la isla. Cadencia a las 6 a.m: 4 cacareos por minuto…

A las 8 a.m. nos vinieron a buscar camino del volcán Sierra Negra. Íbamos en total diez personas, entre ellos los primeros españoles que vimos en todo el viaje. El resto eran canadienses y un alemán. Como no pararon de insistirnos con el peligro del sol a esas alturas nos llevamos mucha protección y sombreros, lo que significaría que seguro que haría mal tiempo como así fue. Tras una subida en Lan Rover llegamos a la parte alta donde nos esperaban los caballos y nuestro guía, Luis, pero en confianza se llamaba 220 V o Lion Head, todo porque tenía mucho pelo en la cabeza y hacia arriba. En el pueblo estaba claro que había una panda de cabrones impresionantes, debían estar esperando a que naciera alguien para ponerle una “chapa”, o a lo mejor ya tienen la colección de chapas y según va creciendo los neonatos las van asignando en cuanto despunta algún gesto o tendencia. Deben vivir para ello, porque para el trabajo seguro que no. Están más evolucionado que nosotros está claro.

Yo, con los caballos, como no podía ser menos, iba con una cierta precaución porque el día anterior Sea Lion nos contó que los dueños de los caballos suelen poner las cinchas poco sujetas para que la gente coja miedo y se caigan y abandonen la montura, y así conseguir cobrar y que el caballo no trabaje. Y hospitales por allí cerca no hay ninguno, tan solo un centro de salud un poco raro. Y efectivamente, un canadiense que precisamente era el que mejor montaba se cayó y apareció ensangrentado. La excursión a caballo duró una hora hasta que llegamos al cráter principal, inmenso, pero con poca visibilidad porque la mañana transcurrió bajo una intensa lluvia y niebla baja. Después tras otra hora llegamos a otro volcán donde pudimos divisar gran parte de la isla. El paisaje era una combinación de roca que fue en su día lava, con grandes túneles huecos, y vegetación hasta el infinito. Tras comer emprendimos el camino de vuelta con mucha más lluvia que antes, que nos fue calando poco a poco hasta llegar helados de frío a los land rover. Supongo que con el sol la excursión vale la pena pero si uno ha visto ya unos cuantos volcanes (el vesubio, el etna, los de Costa Rica y los de Canarías) y a no ser que seas un experto, el paisaje suele ser muy similar y no te aporta mucho valor añadido en comparación con las zonas de mar de las Galápagos. Pero aun asi vale la pena si el día es soleado y te permite tener vistas. La última erupción fue en 2005 y Puerto Villaamil, el único núcleo habitado de la isla, no corrió peligro.
Nustro guía nos explicó con bastante detalle la fauna y flora local, en especial la vida de los castus gigantes. Crecían un centímetro al añoy algunos sobrepasaban los cinco metros tranquilamente. Eso si que es una vida plana...fotosíntesis activa, absorción activa de nutrientes bajo el terreno rocoso y a parir panteras! A esperar que vengan los pinzones que te laman un poco y extiendan tus semillas. Mientras tanto, a sentir y sentir el sol y el agua, y quietos parados.

Si generalmente una excursión duraba 3-4 horas, mi costilla conseguía prolongarla al menos un par de horas más gracias a su amigable conversación con los guías de turno. Con todos ellos conseguíamos intercambiarnos direcciones, y nos facilitaban multitud de datos útiles, pero es que éramos los únicos que lo hacíamos, cosas de mi costilla. 220V nos comentaba que estaba también haciendo un curso para acreditarse pero el vivía al día, si tenía hambre se subía a las tierras altas donde había cultivos y cogía frutas tropicales para comer o se iba a la mar a pescar. Si necesitaba dinero lo pedía prestado a la red local y luego lo devolvía o lo prestaba a otros si en ese momento tenía excedente. Para desplazarse van en bici y andando sin prisas. El surf es la pasión de los jóvenes. Los galapagueños y en especial en esa isla, no estaban enfermos como los occidentales, no tenían prisas ni amor por el dinero por encima de todo.

Por la tarde, alquilamos un snorkel y nos fuimos a bucear a la bahía de Concha Perla. Allí nadamos con lobos marinos y con alguna tortuga pero hacía un poco de corriente y de frío en el agua y no pudimos continuar hasta una laguna de mar lejana donde había más abundancia de fauna. Con frío volvimos al hotel y para entrar en calor me dí un baño al atardecer en el mar y me metí en la ducha fría del hotel ( tenía ducha caliente, pero era eléctrica y el agua transmitía un poco de corriente, y de caliente solo tenía el nombre la muy puñetera).

Esa noche para celebrar el cumple fuimos a cenar con la familia que gestionaba el hotel Wooden House porque mi costillita allí por donde pasaba hacía amigos. Nos habían preparado un par de langostas junto a crema de verdura, arroz y no se que más. Estaban estupendas, luego nos hicimos fotos y nos desearon todo lo mejor. Ellos era de Guayaquil y se encargaban de gestionar unas camaroneras por allá, para el dueño que era Felipe. Un buen día Felipe decidió montarse un hotel en las Galápagos y ellos vinieron con él a administrarlo. El ingeniero Felipe era el típico macho alfa de una manada, cazaba con sus amigotes, pescaba pez espada, viajaba por el mundo, y pasaba largas temporadas de aquí por allá. Yo, como macho beta, no hice buenas migas con él y no fue nada fácil decirle que abandonaba su hotel por otro.

Aquella noche Máximo de nuevo salió a dar un paseo solo por la playa, se acercó a escuchar música al bar de Beto y oyó de nuevo los sonidos del amor de una pareja que acostumbraba por lo visto a hacerlo siempre en el mismo sitio, a la luz de las estrellas y bajo el sonido de la mar océana. Zzzz, zzz, zz, z.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Isabela 2 de diciembre

El miércoles comenzamos el día con la peor decisión que tomamos el viaje, nos fuimos del Wooden house y nos metimos en el Cormorant Hotel. Unas cabañas con estupendas vistas y salida directa a la playa que nos garantizaban un maravilloso atardecer a cambio de camas no tan cómodas y agua fría en la ducha...

Este día teníamos organizada ya una excursión con Fabricio, nuestro nuevo guía. Nos encontró el primer día en el embarcadero, nos siguió hasta el hotel, esperó y nos abordó para enterarse qué queríamos hacer. A pesar de que en principio dejamos esas gestiones en manos del hotel, Fabricio se las arregló para formar un grupo de 5 personas y organizarnos un día de buceo por los "toneles", "la cala del finado" y por "Roca Unión".

Nuestros compañeros de ruta era una profesora de inglés americana y sus dos padres. Ella llevaba ya varios meses en Isabela y del tiempo que tenía para todo, había llegado a estudiarse y sintetizar con esquemas las instrucciones de su cámara fotográfica!!

La excursión fué tranquila y duró algo menos de 50 minutos hasta nuestro destino, una zona de lava que había quedado sumergida por el mar y que formaba recovecos y pequeñas lagunas donde había mucha fauna marina que era posible ver desde las rocas incluso. En apenas un par de mintos vimos una gran tintorera, una raya y una tortuga de mar. Empezábamos bien. La zona terrestre había sido colonizada por grandes cactus, pinzones y saltamontes que eran capaces de saltar hacia el mar y girar para dar la vuelta hacia tierra, cosas de la evolución, pienso, porque a mi que me encantan los insectos, no he visto vuelos igual.

Fabricio nos demostró con la fibra que era muy diestro, pues atravesó con bastante temple una zona de mar brava con escaso fondo donde rompían las olas y después maniobró en ese laberinto de rocas sumergidas perfectamente.

Desfués fuimos a la laguna del finado, que tiene esa denominación por la muerte años atrás de un pescador local, allí nos pusimos los neoprenos e iniciamos el snorkel. Guauuu!!, al sumergirnos en las cuevas Fabricio nos enseño los tiburones que descansaban en el fondo de las cuevas. Algunos de ellos eran enormes y no podías dejar de sentir un escalofrío cuando venían hacia tí y se giraban a un metro escaso. Uno de ellos era especialmente grande y podías ver su típico estilo de flotación. Allí estuvimos bastante tiempo viéndolos en distintas cuevas y haciéndoles fotos con cámaras acuáticas. Tras bucear por distintas lagunas salimos a una gran ensenada donde pudimos ver mantas y grandes tortugas hasta que el frío apareció y salimos ya hacia la barca de guía. Despúes salimos hacia "roca unión", un enorme peñasco con piqueros de patas azules y algunos lobos marinos, donde nos impresió como el mar subía y bajaba golpeando la roca. Nuestro guía, de vez en cuando, soltaba el currican para intentar pescar y consiguió dos peces muy bonitos y fatalmente perdió un gran pez, de algo más de medio metro tras una lucha agotadora de veinte minutos. No lo pudimo ver. Fabricio como pudimos comprobar más adelante era un gran vividor, y vivía de lo paseos de los turistas y de la pesca. Siete horas después tran un día increible volvimos al embarcadero de Isabela. Precio de la excursión 50 $por persona. Cuando nos trasladamos al Hotel Cormorant pedimos la llave a una abuela de 88 años a la que faltaban varias falanges en las manos, signos de lepra pensé, cuando me preguntó mi edad me dijo que todavía estaba en edad de gozar (que dios la acoja en su seno pense!!!).


A las 16:00 volvimos ya al embarcadero y tras secarnos nos dirigimos hacia una ruta que atravesaba una zona de manglares y que finalizaba en el centro de cría de tortugas terrestres. Número de turistas presentes en el centro, 2 personas. Viendo como era la isla decidimos prolongar un día más nuestra estancia. Aquella noche soñe por vez primera con iguanas, el animal más Punk del planeta Tierra, parecen un viejo pirata.

Al atardecer fuimos al espolón de la playa y nos tomamos un par de cervezas en Lion Pub, donde conocimos a una pareja y su hija. Mientras Máximo bebía y se tiraba casi una hora en la hamaca cerca de unas iguanas y un lobo marino jugetón, mi costilla hacía migas con los dueños del Pub y su hija. La madre de Sea Lion, a si se llamaba el dueno, 25 años, vivía en Pozuelo y quedamos en enviarle unas fotos de su nieta. Hacían 10 años que no se veían y estaba interesado en llevarles recuerdos. Sea Lion estaba haciendo cursos de formación para acreditarse como guía turístico por el Parque Nacional y así poder ejercer la actividad en el futuro. Sea Lion era un personaje nervioso, excesivamente nervioso para las galápagos, y para casi todos los sitios. Él y su pareja eran guayacos, es decir de Guayaquil y su mujer fue la más guapa que ví en todo el viaje con una mirada algo más que incómoda... Sea Lion nos contó que todo el mundo tenía una "chapa" (mote) en la isla. Así Fabricio era conocido como Mowgli, Luis un taxista al que buscamos desesperadamente era "Diez menos cuarto", y así todos y cada uno y Junior era Junior, no tenía chapa... pero era el mayor de todos sus hermanos.



Después fuimos a cenar al restuarante Oasis, siguiendo la recomendación de Junior, el negrito de las bicis, y nos zampanos una buenas langostas en un ambiente afroamericano ( 15 $)



Tras la cena mi costilla se fué a la cama y Máximo salió a la playa para refrescarse con la brisa, a apenas diez metros de nuestro hotel una pareja de galápagueños bailaban rítmicamente la danza del amor sin inmutarse ante mi presencia y unos pocos metros más allá ví el Bar de Beto, el único bar normal allá. Sólo había unos cuantos yankies y buena música, la creedence!! Después esciche un extraño blues local interpretado por el que luego averigué, "el gringo Juan" un personaje muy conocido cuyas cenizas se esparcieron por la mar no hace muchos años..Una hora después Máximo y su costilla intentaron dormir...



Al día siguiente teníamos planificada una excursión una caballo al volcan Sierra Negra. La isla Isabela era maravillosa, la más completa en cuanto a fauna. Nuestras actividades dependían de una desconocida red social donde un personaje de la isla te llevaba a visitar a sus amigos o familiares, que a su vez te recomendaben otros sitios ligados emocionalmente a ellos. Fabricio nos llevó al resturante de su tía, Junior nos llevó al restuarante de sus amigos afroamericanos, y así todo. Toda una cadena social que subías y bajabas buceando, cenando, durmiendo o a caballo. Cada eslabón te costaba unos dólares pero valía la pena el precio.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

1 de diciembre. Isabela

Al día siguiente tras un magnifico desayuno decidimos salir a explorar la isla. En principio íbamos a estar allí hasta el día 3 de diciembre, miércoles. Isabela era una de las mayores islas y cuenta con numerosas posibilidades turísticas, desde excursiones a los volcanes, rutas de un día o tours en crucero para bordear toda la isla ( más de 200 Km de perímetro). Isabela no debe contar con más de 2.000 residentes, quiero decir humanos, sin contar lobos marinos e iguanas. Las calles están sin asfaltar y existen numerosos alojamientos y restaurantes. Las viviendas suelen ser de planta baja con ladrillo o “tocho” de cemento y con tejados de Uralita o de tela aislante con hojas de cocotero. Existen también 3-4 agencias turísticas que organizan excursiones y numerosos guías sueltos que suelen ser patrones de embarcaciones o pescadores locales.

En la isla, como comprobamos más adelante, trabajan para vivir, lo que implica mucha desidia de la buena y por lo tanto la existencia de hamacas por todas partes. Todo funciona con mucha tranquilidad….el paraiso perfecto. Dependen para su aprovisionamiento de un buque que llega de Guayaquil ( a unos 3 días en barco) que descarga todo tipo de productos para la vida en la isla. También existen servicios de avionetas hasta el aeródromo de Puerto Ayora (unos 150 $ por persona).
En el puerto entablamos conversaciones con el dueño de una embarcación con el que enseguida negociamos nuestra primera excursión “a las tintoreras”, incluyendo snorkel en la laguna de Concha Perla. Allí pudimos ver a las tintoreras o tiburones de aleta blanca, que suelen descansar en el fondo de lagunas o zonas recogidas de mar. Se podían contar por decenas. También vimos nuestros primeros pingüinos y tortugas de mar. Después nuestras primeras iguanas de mar y una lobería, con no pocas crías.

Cuando nos pusimos los neoprenos para bucear, el fondo marino era espectacular, lleno de vida. Pudimos ver coral blanco, decenas de peces tropicales de distintos tamaños y sobre todo, ese era el objetivo, grandes tortugas marinas varadas en el fondo, unas 8 o 9 juntitas todas ellas en plan meditación.

Aquel día fue el mejor de buceo de toda las galápagos, pero aun no lo sabíamos. Nuestro guía tenía 38 años y unas facultades para el buceo formidables, nos hizo una demostración que no dejo helados. Sin embargo, Máximo, todavía convaleciente, empezó a sentir frío y tuvo que salir a calentarse a una zona de rocas en la orilla. Mi costillita y el guía se perdieron en la laguna persiguiendo peces.

Por la tarde, decidimos alquilar unas bicicletas en la tienda de Junior, un peazo negrito que había estudiado biología pero que se dedicaba al surf en cuanto podía, y dirigirnos al "muro de las lágrimas", un muro que construyeron los presos que estaban en la isla. Al director de la prisión a principios del siglo pasado se le ocurrió que al grito de "el trabajo os hará libres" que los presos construyeran un muro con grandes bloques de lava que recogían de la playa a casi un kilómetro de distancia. Estaban totalmente en libertad porque si se escapaban la muerte por hambre y sed era segura en medio de una dura vegetación y sol ecuatorial.
A pesar de que nos habían advertido de los pinchazos, justo nada más llegar allá la bici de mi costillita pinchó así que todo el camino de vuelta lo tuve que realizar andando y en un spinning forzado tremendamente agotador en aquellas zonas de arena. Casi sin fuerzas y ya al anochecer volvimos a la tienda de Junior. Máximo quince minutos después le gritó todo lo que pudo, maljurando por sus bicicletas, mientras el bueno de Junior reía y reía. Aun así me dijo que no era el más enfadado que había tenido, se acordaba de un canadiense que tiró literalmente la bici a una zanja.
Con aquellos antecedentes, el sueño fué profundo aquella noche.

De las llamas a los lobos marinos. Quito-Galápagos 30 de noviembre.

Tras coger un taxi que no era un taxi sino un tipo que esperaba a las puertas del hotel para ver si caía alguien, nos dirigimos al aeropuerto para coger el avión con dirección a las Galápagos (compañía TAME, precio del taxi 6 $, por encima de lo normal).Antes de entrar las islas tienes que pagar 10 $ de entrada en Quito y otros 100 $ cuando entras. Además te revisan el equipaje con el fin de prevenir la entrada de especies invasivas. Al llegar al aeropuerto, ya en la Isla de Baltra, debimos subirnos a un autobús de las compañía aérea que te trasladan hasta el canal que separa la isla de Baltra con su vecina de Santa Cruz, donde te ves obligado a coger una barcaza y después realizar un viaje de unos 45 Km hasta Puerto Ayora, donde llegamos a eso de las 14:00. A esa hora confirmamos nuestra reserva de transporte hasta la Isla Isabela, que salía a las 15:00 y compramos algo de agua para el viaje. Al recorrer la Avenida Charles Darwin pudimos comprobar que allí se encuentran las principales agencias que organizan tours por las islas. A punto estuvimos de embarcar en un crucero de última hora para realizar una ruta de 4 días por la zona pero al final decidimos confirmar nuestro viaje a Isla Isabela. Durante el trayecto por la avenida principal vimos pelícanos, piqueros que se lanzan contra el mar para alancear peces, y nuestros primeros lobos marinos, llenos de desidia, tirados y desparramados por cualquier sombra.Allí a las lanchas fueraborda las llaman fibras. Han conseguido reducir a la mínima expresión la capacidad hidrodinámica, la estética y los ángulos de las barcas, no importa, tan solo son fibras, es decir, las llaman con el “core” de la lancha, la materia prima.Pronto vimos que en aquella fibra, íbamos a hacinarnos hasta 19 personas junto a colchones, maletas, y botellas. Tan solo hay un transporte diario de Sta Cruz a Isabela y consta de dos fibras que salen a las 15:00 y llegan sobre las cinco dependiendo de las condiciones de la mar. En aquellas condiciones Máximo enseguida se puso en la peor de las situaciones, así que pronto se puso su chaleco salvavidas. La mar océana, además de ser bella y sosegante, marea y acojona. A pesar de estar en el inicio de la temporada seca y contar con el mar cada vez más tranquilo, durante el trayecto sufrimos de mar de fondo, lo que quiere decir que subíamos y bajábamos masas de agua como colinas. Fuimos tensos durante el viaje, sin ningún tipo de contratiempo, hasta que parecer ser que subimos demasiado rápida una colina de agua y caímos a plomo, parándose en seco los motores y casi entrando agua desde la popa de la fibra con los gritos generales de los de abordo. Pero para el capitán, todo estaba bajo control, nos contó y prosiguió el viaje, eso sí, más despacio.Dos horas después, medio mareados llegamos a la Isla Isabela y en el muelle nos esperaban todo un despliegue de fuerzas vivas vendiéndonos de todo, transporte, excursiones, alojamientos, etc. Nosotros ya teníamos el alojamiento reservado así que a los 10 minutos de arrastrar las maletas por un camino sin asfaltar lleno de arena llegamos hasta nuestro hotel “The Wooden House”, donde por un problema informático no nos esperaban.El hotel era acogedor, estábamos solos y nuestra habitación tenía un buen baño con agua caliente y una supercama donde cabían hasta cuatro personas. Bien !!!!.Tras tomar un par de zumos de naranja decidimos dar un paseo y entrar a cenar algo suave al restaurante de la Red Mangrove, donde compartimos mesa con algo más de 15 universitarias en un viaje de fin de curso o algo así.Tras la cena y ya en la cama, comprobé en que consistía el mareo en tierra, todo me daba vueltas, por lo que salimos a pasear por el embarcadero y así pudimos disfrutamos de una bóveda celeste salpicada por mil y una estrellas. La única noche que vivimos totalmente despejada en una semana, después el nublado fuñe general. Al fondo, oíamos los ruidos de los lobos marinos en el manglar y disfrutamos de una gran soledad. Yo todavía estaba en fase de recuperación así que decidimos no castigarnos mucho y descansar. Zzzzz, zzzz, zzz.zz.z.

martes, 16 de diciembre de 2008

Laguna San Pablo-Otaval-Quito 29-noviembre

La mañana del sábado fue magnífica, las vistas de la laguna y los volcanes daban otra perspectiva distinta de las vistas al anochecer. Tras el desayuno estuvimos jugueteando con las llamas y las alpacas del hotel, y esperamos un rato a que me fuera recuperando pues mi digestivo estaba haciendo “aguas”. Poco después de las 11 a.m. salimos hacia Otavalo en un taxi localizado por el Hotel. Esta vez el nombre del taxista era Joanny .
Nuestro objetivo para este día era visitar y realizar compras por el mercado de Otavalo, visitar un parque de animales con Cóndores y ver unas cataratas, para volver hacia Quito a eso de las 17:00.

Otavalo, es uno de los primeros mercados indígenas de Suramérica. En torno a sus y plazas, multitud de puestos se aprietan y cientos de turistas se agolpan en torno a los productos que presentan los otavaleños. La ciudad es el punto de reunión de la gente de la provincia entera, que acude tanto de los campos como de los pueblos y aldeas. La mayoría de la gente allá vestían las ropas típicas de los indígenas locales y el quichua se escuchaba fácilmente. Algunos de los inditos, los menos, iban descalzos.

Como nosotros estábamos en temporada baja no fuimos muchos los turistas que andábamos por allá. Los puestos de venta eran fundamentalmente de artesanía local, con sombreros tipo Panamá, alfombras, calabazas, bufandas, jerseys, cuero, etc. Todos ellos más o menos agrupados por zonas para facilitar la compra. Mi mujer-esposa-amiga-hija, enloqueció con los puestos y poco a poco tuvimos que comprar una bolsa local para guardar todo lo que adquiríamos.

A pesar de caer un sol a plomo, y que con esa altura se notaba más, Máximo se iba encontrando cada vez peor, necesitando ponerse ropa de abrigo a pesar del sol, así que tras probarme dos o tres jerseys en un puesto decidí refugiarme en un café local con terraza para descansar próximo a un buen baño. Allí estuve casi una hora hasta que mi “media naranja” decidió cerrar la temporada de compras autóctonas y emprendimos el camino hasta el sitio de recogida por el taxi. En mis lastimosas condiciones decidimos suspender el resto de las excursiones programadas y emprender el camino a Quito para reposar. Una lástima porque además de los paisajes nos perdimos la visita del mercado de animales donde uno podía ver desde cobayas (que se las comen asadas ) hasta llamas.

Tras una hora de espera al bueno de Joanny nos fuimos directos a Quito, y aunque al principio pensé en aprovisionarme de suero oral a mitad de camino, con la ayuda de un colega quiteño decidí dirigirme hacia un hospital cercano a Quito para que me reconociesen, pues ya llevaba tres días arrastrándome por Ecuador y al día siguiente teníamos que tomar un vuelo hacia las Galápagos.

Localizar el hospital nos costó 5 $, que fue la cantidad que le dimos a un abuelo local que se subió al coche con su nieta para darse una vuelta y al mismo tiempo indicarnos el camino. El viaje en taxi hacia Quito no estuvo mal, el bueno de Joanny reconoció que ese no era su taxi y que tenia la dirección averiada, por lo que no debíamos asustarnos si el coche se deslizaba hacia otros carriles, claro, cómo nos va a asustar eso- pensé.

Una vez en el hospital, enseguida me presenté como hipocondriaco reconocido, pero no pude conseguir que me internasen y que me hicieran “un completo” o sea que después de una simple analítica y tras algo más de un litro de suero lactato ringer en vena, ya me encontraba a mi pesar en la calle. Al final volvimos a nuestro Hotel CaféCultura a las 10 de las noche y nos fuimos directos a la cama pues al día siguiente teníamos que dejar el hotel a las 6 de la mañana. Mientras yo renacía de mis cenizas gracias a los electrolitos, mi “costillita” iba cayendo en barrena cansada de mis múltiples males.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Quito-Laguna San Pablo 28 de noviembre


Al levantarme por la mañana fuimos a desayunar a las 8 de la mañana. Enseguida extrañamos la amabilidad de Mindo al compararlas con el estilo “hipócrita-friendly” del hotel de Quito. El desayuno además de caro ( 9dólares), me sentó como un tiro.

Decidimos esperar unas horas para ver si me recuperaba y al final decidí que una simple fiebre no podía romperme la excursión. Digo fiebre, porque invertí una hora en autodiagnosticarme por internet y descartar una malaria ( su periodo de incubación era de 7 días mínimo y yo llevaba 4 días). También podría ser dengue, pero si lo era y como tan solo puede tratarse sintomáticamente con paracetamol, pues decidí seguir adelante.

Nuestro contacto en este caso provenía de la embajada española y era un taxista llamado Luis que se presentó a buscarnos casi una hora más tarde de la prevista, así que sobre las 13:00 salimos en dirección a las zonas indígenas de Otavalo.
Luis ya tenía más edad, 25 años y también tenía un hijo de 2 años. A pesar de su juventud había regentado un karaoke, transportado grandes camiones cargados de madera desde la Amazonía hasta Guayaquil y ahora trabajaba de taxista con su propio coche. Tenía todos los nudillos tatuados además de los antebrazos, señal de su pertenencia a alguna “mara” local y presumía de haber pateado hace poco a un ladronzuelo callejero. Con esa compañía, era experto en artes marciales y pensando que yo era algún “pez gordo” de España, viajamos tranquilos. A pesar de ello fue el taxista más prudente junto con Byron que conocimos.

Tras la comida, llegamos a Cotacachi, en plena zona andina.
La zona de Cotacachi, Otavalo e Ibarra es una zona indígena de cultura quechua, poblada por diversas culturas indígenas que se diferencian exteriormente por el tipo de vestido y coletas que llevan. Para nosotros todos eran iguales y comprendí porque se utiliza el nombre de “indito” para referirse a todos ellos, pues en general son bajitos, delgados, tímidos y muy humildes, así que la palabra que te sale para describirlos es “indito” con una mezcla de lástima y cariño. Algunas tenían signos de extrema pobreza e iban descalzos y con vestimentas muy raídas, pero en general, suelen tener un alto poder adquisitivo pues suelen realizar viajes por Europa y EEUU para vender su productos.

Paisajísticamente la zona presenta valles amplios, flanqueados por cordilleras de grandes volcanes, algunos de ellos nevados, con pequeños pueblecitos y campos cultivados que suben hasta muy alto por las laderas de los volcanes, aprovechando la fertilidad de la tierra.

Cotacachi es un pueblo especializado en la artesanía del textil. Tras visitar diversas tiendas realizamos algunas compras como chales, siempre con regateo incluido. Allí entramos también a una tienda de fruta cuya dueña, una indígena local, nos dijo que nunca la habían fotografiado y tras enseñarle la foto quedamos en mandársela. El precio de una bolsa entera de fruta fue de 3 dólares (plátanos, lichis, y frutos de nombre desconocido y sabores deliciosos). Después subimos a la laguna de cuicocha, que estaba entre volcanes, pero al estar todo bastante nublado y hacer frío decidimos no dar un paseo en barca por la laguna.

Finalmente dudamos entre dormir en Otavalo o en Lagunas de San Pedro, en un hotel que nos habían recomendado Carolina, una colega de Quito. Cuando llegamos a la hostería PuertoLago y nos enseñaron el alojamiento, Carolina ya se había ganado el cielo. A pesar de lo que ponía la guía Lonely Planet el hotel fue el más confortable de todo nuestro viaje (115 $). Era una cabaña de madera y ladrillo de dos plantas que contaba con una gran cama, sofá, mesas, sillas, y lo que es mejor, una magnífica chimenea, que enseguida mandamos encender, y un gran ventanal con vistas a la increíble laguna y a un volcan. De lo deslumbrados que nos quedamos le enseñamos la reseña que la Lonely Plante hacía del hotel al responsable y tras indignarse nos ganamos un cóctel de bienvenida en la cena.

Aquella noche en aquel sitio, con la chimenea a todo fuego , fue algo imborrable. El atardecer cubrió de un manto rojizo toda la laguna, reflejando las aguas el fuego del alturas. El fuego ejerce un magnetismo animal en mí que creo que es fruto de nuestra impronta histórica. Durante la cena empecé ya a sentir mi fisiología digestiva algo averiada, así que tan solo combién un bloody mary y una sopita.


A pesar del mix, dormí como un angelito.

jueves, 11 de diciembre de 2008

26-27 noviembre. Mindo-Quito

El miércoles tras una noche menos agitada, celebramos nuestro último día de seminario y a las 15:30 todo el resto de compañeros se marcharon y vino mi esposa-mujer-amiga-hija- elíjase lo que proceda en cada momento- desde Madrid. Ese día lo aprovechamos para enseñarle Mindo de nuevo y visitar un mariposario y un "concierto de ranas y sapos". Lo del concierto consistía en visitar una hostería alrededor de una laguna donde al anochecer todos los sapos y ranas del mundo se ponían a croar. El dueño-guía tenía los sonidos de los distintas animales de la zona grabados y los iba seleccionando con el fin que les contentasen, y así descubrirlos con una linterna para mostrárnoslos. Está claro que el individuo en cuestión tenía un trastorno obsesivo-compulsivo, porque cada vez que enchufaba un sonido se ponía como loco al escuchar una respuesta y se olvidaba de nosotros dejándonos en mitad de la noche sin ningún tipo de luz. Por su linterna desfilaron ranas arborícolas y acuáticas, sapos, cucarachas gigantes, un buho, y algún que otro mamífero. El tour duró algo más de una hora y nos costó 5 $ por persona. A la vuelta ya de noche volvimos a Mindo a cenar (3-4 dólares persona) y posteriormente intentamos buscar un taxi para volver a la hostería que estaba a diez minutos de Mindo por un camino boscoso. A pesar de que todo el mundo nos decía que había taxis en la parada, después de casi media hora de espera nos dimos cuenta que ese no era el método de buscar un taxi. Los paisanos de allá nos indicaron que debíamos ir a buscarles por los bares o por su casa y así lo hicimos. Algunos de ellos estaban dormitando y no tenían ganas de llevarnos hasta que finalmente encontramos a una persona que nos subió y con el que apalabramos el viaje del día siguiente hacia Quito.
Esa noche, me volví a meter a los jacuzzi en el exterior y nos cambiamos de cabaña aerea buscando la "suite real" que era una gran cabaña arborea con cama King size y un peazo jacuzzi con inmensas vistas al río. Noche sin ardillas. Sin novedad.

Al día siguiente con tanto jacuzzi me levanté medio acatarrado como no podía ser de otra forma, así que suspendimos una excursión prevista para visitar las cinco cascadas en Mindo y decidimos emprender el viaje hacia Quito. En vez de llevarnos el taxista de la noche descubrimos que había pasado esa responsabildiad a su hijo, Byron, de 22 años y un hijo de dos. Allí lo normal es casarse recien cumplidos los veinte y tener un par de hijos enseguida, por eso el padre de Byron que debía tener un par de años más que yo ya era abuelo...

Dos horas y media después de salir con pena de Mindo llegábamos a Quito donde nos alojamos en el hotel cafecultura . El hotel está céntrico y nos costó unos 100 dólares la noche sin incluir el desayuno. Las habitaciones estaban muy bien, grandes y con buenos baños. Por la noche encendían la chimenea y el ambiente era muy occidental.

Teníamos toda la tarde para visitar Quito y debíamos elegir un museo, para lo que consultamos la guia Lonely Planet y la recepcionista y nos decantamos por la capilla del hombre de Guayasamín. Acertamos!!!. Personalmente me pareció uno de los mejores museos que he conocid, principalmente por la personalidad del autor y por los mensajes que transmitía. Era impresionante el dolor que reflejaban sus cuadros, nunca había visto nada igual. Guayasamín fué un creador quiteño que pintó, tejió, esculpió e incluso diseño casas. Su series de pinturas sobre el dolor de los africanos, de los excluidos y de la esclavitud de las culturas indígenas latinoamericanas son excepcionales, no pasan desapercibidas. "Mantengan encendida una luz que siempre voy a volver" dejó escrito, y esta enterrado en el vientre oscuro y fresco de una tinaja de barro, enterrada bajo un arból en su casa, actual fundación.

Tras comprar algunas láminas y joyas en la tienda de su fundación nos fuimos a visitar el centro histórico de Quito parando en primer lugar en su Catedral. Al bajar del taxi y subir por la cuesta enseguida notamos la altitud de Quito ( casi 2.900 metros) pero nuestra sorpresa fué mayúscula al descubrir que nos habíamos metido en medio del pregón de inicio de fiestas de Quito, que durarían desde ese día hasta el 6 de diciembre y celebraban los 474 años de la fundación de la ciudad por los españoles (la ciudad española fué fundada sobre una antigua ciudad inca que fué arrasada, no por los españoles, sino por un principe inca al constatar el derrumbe de su imperio). El pregón consistía en el desfile de numerosas bandas, incluidas militares pero sobre todo en el desfile había bandas de colegios femeninos. Creo que vimos miles de niñas-mujeres-niñas desfilando en minifaldas y con ropa hawaiana, la prueba de fuego de todo pederasta...
Tras salir por fin del desfile de adolescentes locas callejeamos por el casco histórico viendo los imponentes edificios e iglesias de época colonial. La que más me impresionó fué la iglesia de la Companía de Jesús (menudo poder el de los Jesuitas de la época...). Tras coger un taxi en medio de un descomunal atasco llegamos una hora después a nuestro hotel y al llegar a la habitación sufrí de fuertes escalofríos repentinos que me obligaron a meterme vestido y abrigado bajo todas las mantas y colchas de la habitación. Mi mujer, tras intensas gestiones, consiguió unos antibióticos, paracetamol y un termómetro. Un hipocondriaco como yo enseguida pensó en la malaria o en el Dengue, pues me habían picado mosquitos en Mindo. Mientras, el catarro me fué aumentando, taponándome toda la nariz , lo que junto al menor oxígeno que entraba a mis pulmones debido a la altitud, acabo generándome una intensa hiperventilación que aumentaba mi dolor de cabeza. Tenía 38 ºC y seguía con unos escalofríos horrorosos. Aquella noche fué un horror y tuvimos que llamar al taxista que teníamos previsto coger al día siguiente a las ocho de la mañana con el fin de cancelar la excursión a la zona indígena de Otavalo. Vaya contrariedad!!!

martes, 9 de diciembre de 2008

Mindo 24 y 25 de noviembre




El lunes 24 amanecí a las 6 de la mañana sin haber dormido mucho tras escuchar por la noche a toda la fauna del mundo cantar bajo la lluvia “the piano has been drinking, not me” Los desayunos en la hostería eran espléndidos y siempre consistían en un buen zumo de fruta tropical (podían ser de guayaba, tomatillo de arbol, naranjilla, naranja, mora, o maracuyá), café con leche, mantequilla y mermelada sobre un pan exquisito de sémola y huevos revueltos o tibios ( así llaman a nuestro “huevo pasado por agua”). Posteriormente a las 8:30 empezamos el seminario, en total estábamos unas 15 personas de todo América, con el fin de discutir y reflexionar sobre la viabilidad de implantar estrategias en clave territorial en América del Sur y Centroamérica.

Mis colegas eran personas de más edad que yo y tenían un discurso muy elaborado. Algunos de ellos habían sido exjesuitas o incluso exguerrilleros en sus tiempos jóvenes y habían vivido el exilio en otros países. La colega de EEUU trabajaba con las comunidades locales de indios Navajos y otros habían sido importantes cargos en los Gobiernos de sus países. En fin, personalidades todas ellas apasionantes.


Hablamos largamente de la situación política en América, del extremismo de Chávez, de los alterados que estaban los líderes políticos Andinos con Evo y Correa como ejemplos, y de Lula y del gigante Brasil que ya es el lider regional hegemónico.


Tras la comida, a eso de las 14:00 reiniciábamos el seminario hasta las 17:30 donde todos nos recogíamos a las cabañas para continuar con las reflexiones en las piscinas exteriores y el baño turco hasta las 20:00, que iniciábamos la cena para luego irnos a dormir a la choza sobre las nueve. Esa noche la bóveda arbórea inició una nueva sinfonía sin fin a la que siguieron los ya habituales bailes en el techo de la cabaña, los cantos de una pareja de gallos a eso de las cuatro de la mañana y el croar de las ranas a eso de las cinco. Pero por fin descubrí que los animales que bailaban por el techo eran ardillas!!. Así ya pude dormir más tranquilo.

El martes 25 empezamos el día a las seis de la mañana con una buena caminata por el bosque húmedo, con el fin de ver tucanes, cotorras y otros pájaros. La caminata me permitió ver Mindo, un pequeño pueblo con algunas calles asfaltadas y otras de tierra, con pequeñas casas de madera con corrales donde deambulaban sin rumbo gallinas y cerdos, y con algunos restaurantes y alojamientos de lo más diversos. El valle de Mindo es uno de los mejores sitios para ver numerosas especies de aves que atraen a los apasionados de las aves de todo el mundo. Tan solo en Mindo existen más de 23 especies de colibríes. Además el río Mindo atrae un turismo de aventura que realiza el descenso del río en neumáticos, barcas y otras superficies flotantes.
A pesar de la humildad de sus casas, Mindo contaba con su centro de Internet local, farmacia y consultorio de salud.

Por la tarde ya, el antropólogo peruano decisión que ya estaba bien de beber jugos de fruta y pedimos una botella de ron que mezclada a palo seco con hielo y un poco de un limón híbrido con mandarina estaba exquisito. Esa noche tres de nosotros decidimos que era una buena idea visitar Mindo por la noche. Cuarenta minutos después y tras consumir un Magnus volvíamos a nuestras chozas…

Además de la fauna que habitaba mi cabaña, yo contaba con el “handicap” que un gran labrador retriever me solía perseguir por la noche ladrando sin parar hasta la misma puerta de la cabaña en el árbol, quiero decir que subía las escaleras. El resultado final de toda esa persecución era que yo nerviosamente nunca conseguía abrir la puerta de la choza y me veía obligado a entrar por la ventana tirándome de cabeza hacia una cama de dentro. Patético…menos mal que nadie me veía.
Lo gracioso del tema es que desde el domingo que me ocurrió eso por vez primera, por la mañana solía buscar al perro y hablarle y acariciarle para que me conociese y me dejase tranquilo. Así, pasaba bastante tiempo acariciándole la barriga y tirándole juguetitos para que los cogiese. Hasta que me enteré que en la hostería había dos perros labrador retriever idénticos, del mismo color canela, del mismo tamaño, y ambos machos, que como no se podían ni ver, los dueños tenían que mantener encerrado a uno de ellos por el día (el que me perseguía por la noche) y al otro por la noche (al que acariciaba por el día inútilmente…).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Domingo 23 de noviembre. Madrid-Quito-Mindo

Buenas tardes, el señor deseará árbol o suelo?- dijo el recepcionista del Hotel.
Árbol por supuesto- dijo Máximo, y veinte y tres horas después de salir de Madrid, Máximo durmió su primera noche en una cabaña en un árbol en medio del bosque húmedo de la reserva de Mindo en Ecuador, a unas dos horas de distancia de Quito.

El viaje que me llevó hasta allí duró unas 23 horas, saliendo de Madrid a las 0:30 del domingo 30 de noviembre y llegando a las 12:00 horas de Quito. Seis horas de retraso, debido al cierre del aeropuerto de Quito por la niebla lo cual nos obligó a sobrevolar infructuosamente esa ciudad durante una hora, para luego dirigirnos al aeródromo de Manta, en la costa del pacífico, donde tuvimos que repostar, y realizar una escala obligada en Guayaquil para después aterrizar finalmente en nuestro destino previsto.

Al final el vuelo duró unas 17 horas en vez de las algo más de las 10 horas previstas.

Y sí, es posible estar 17 horas sin hablar con nadie siempre y cuando al lado te toque un marine colombiano que no dijo “ni mú” al sentarse y así seguimos hora tras hora viendo quien podía más. Fue una lástima que aterrizáramos tan pronto porque casi había empezado a aprender el lenguaje de los signos (probablemente el marine era sordomudo o sufría de estrés postraumático y yo, seguro, soy gilipollas…).

Al llegar a Quito, la organización me había reservado un hotel para que descansase pero por el retraso tan solo lo pude utilizar para ducharme y desayunar pues debía de estar de nuevo a las 14:30 en el aeropuerto porque la organización nos recogía para irnos camino de Mindo.

Debido al jet-lag y a la altura de Quito mi estado mental estaba más embotado que de costumbre y en el hotel pedí bolsitas de mate de coca que son más o menos estimulantes frente al mal de altura. Además de la altura, otros sentidos se estaban poniendo a prueba. Todo Quito huele como a gasolina debido a la ausencia de catalizador en los coches, y el sol cae a plomo obligandome a utilizar gafas de sol y crema protectora.

En el aeropuerto conocí a mis primeros compañeros de seminario, una italiana residente en Bolivia, un antropólogo peruano, un economista boliviano y dos doctorandas ecuatorianas y con todos ellos emprendí el viaje en una furgoneta-taxi hacia Mindo.

Allí nos alojamos en la Hostería “El Carmelo” y poco tiempo después tras dejar mis pertenencias en la cabaña aérea me encontraba disfrutando de un baño en el jacuzzi exterior. Allí experimenté el primer momento zen del viaje, flotando libremente en las piscinas de agua caliente y fría en medio de la bóveda arbórea escuchando multitud de pájaros y escuchando a lo lejos el dulce acento ecuatoriano. El hotel estaba además lleno de colibríes.

Tras la cena, sobre las 21:00, me retiré a mi cabaña. Parecía imposible dormir allí, había empezado a llover y al ruido de las gotas al caer sobre el tejado de hojas de palmera se le sumaba el viento, que además movía ligeramente la cabaña. Por si fuera poco, una gran bandada de pájaros se había asentado cerca y sus cantos fueron constantes durante toda la noche.

Si así era difícil conciliar el sueño, al poco de acostarme me desperté sobresaltado al escuchar ruidos en el interior de la cabaña. Había “algo” en la cama de al lado y la luz estaba en la puerta así que tenía que levantarme junto a ese “algo” que estaba allí. Mi primer pensamiento fue que el perro que estaba abajo se había metido en mi cabaña. Cuando encendí la luz, nada. Levanté los colchones y excepto grandes arañas y algunas hormigas horrorosas no ví nada. Al volverme a meter en la cama, al poco tiempo los ruidos volvieron. Volví a repetí la operación y de nuevo nada. Los ruidos seguían pero enseguida me dí cuenta que en aquella cabaña había mucha vida y que el “artista invitado” era yo y no ellos. Así que seguí pensando y así descubrí que había algunos agujeros en los listones de madera de bambú del techo de la cabaña y que entre esos listones y el techo de hojas de palmera podían anidar animales. Con eso me quedé más tranquilo e intenté dormir. Los ruidos de todo tipo prosiguieron. La bóveda sonora de esa selva era impresionante. En apenas 24 horas había cambiado los ruidos de Madrid por los de un bosque bien vivo. Eso impresiona a cualquiera. Duerme Máximo, duerme.

Ecuador, presentación.



Iniciaré este blog de mis viajes con una crónica del reciente viaje a Ecuador. Podeis ver las fotos de este viaje aquí(panoramio).

Ecuador es un joya desde una perspectiva ambiental. En poca distancia uno puede viajar a los andes y atravesar la llamada avenida de los volcanes, con el chimborazo a la cabeza, ir al oriente a visitar la amazonia, visitar una de las mejores muestras de la arquitectura colonial de suramérca, Quito, ver la costa del pacífico, y viajar a un sitio único, las Galápagos. Pocos países ofrecen tanta variedad en tan poca distancia.
Además es un país relativamente tranquilo si exceptuamos algunas zonas de Quito y la costa del Pacífico, en especial Guayaquil.
Nosotros seguimos la guía de viajes de Lonely Planet aunque no recoje todos los alojamientos existentes.
La diferencia horaria con España es de 6 horas y de 7 si se viaja a las galápagos.
Madrid está bien comunicada con Guayaquil y Quito. En general todos los viajes a Quito hacen escala en Guayaquil, dado que el aeropuerto de Quito está en medio de la ciudad y parece que los aviones no pueden cargar todo el combustible necesario allí.
La comida es aceptable, con mucho arroz y patacón ( plátano), y en el pacífico marisco (langosta, camarón, etc.) en todas su formas, en especial ceviche. Los jugos de fruta se encuentran en todas partes y son deliciosos.
Los taxis deben ser negociados antes de subir a ellos, pues nuncan ponen el taxímetro a funcionar. En general son puntuales con unos retrasos más o menos lógicos de 30 minutos.
Los ecuatorianos son un pueblo muy dulce y cariñoso de extrema amabilidad aunque los indígenas, mayoritarios, suelen ser muy tímidos y reservados, y no les gusta nada que les fotografíen (lógico)
Actualmente, su presidente Correa se encuentra absorbido por la geopolítica del huracán Chavez, de tal manera que además de expulsar a los EEUU de allí se ha enemistado con Colombia y con Brasil y ha iniciado una alianza estratégica con.. Irán (?!).
Tienen abundantes recursos naturales y las fuentes de energía para los ecuatorianos están subvencionadas. Gracias a la alianza con Venezuela, existen muchos médicos cubanos en Ecuador que son pagados por Venezuela para dar asistencia a zonas rurales remotas.
Las vacunas obligatorias son el tétanos y la hepatitis A (las diarreas del viajero suelen ser muy frecuentes). Según la zona a la que viajes y la altura hay que tener cuidado con la fiebre amarilla, la malaria y el dengue.
Para ir allí no hace falta contratar el viaje con ninguna agencia, es muy recomendable ilustrarse antes en la web losviajeros
Y por lo demás, hablan castellano...

Presentación

El objetivo de este blog es relatar todos los viajes que haga en clave personal.
Espero que os guste y que os inspire algún viaje. Máximos saludos!