sábado, 20 de diciembre de 2008

3 de diciembre, cumpleaños en un volcán


El día de mi cumpleaños nos levantamos tras no pegar ojo por la noche gracias a no menos de 4 gallos que se habían puesto como objetivo cacarear hasta reventar la isla. Cadencia a las 6 a.m: 4 cacareos por minuto…

A las 8 a.m. nos vinieron a buscar camino del volcán Sierra Negra. Íbamos en total diez personas, entre ellos los primeros españoles que vimos en todo el viaje. El resto eran canadienses y un alemán. Como no pararon de insistirnos con el peligro del sol a esas alturas nos llevamos mucha protección y sombreros, lo que significaría que seguro que haría mal tiempo como así fue. Tras una subida en Lan Rover llegamos a la parte alta donde nos esperaban los caballos y nuestro guía, Luis, pero en confianza se llamaba 220 V o Lion Head, todo porque tenía mucho pelo en la cabeza y hacia arriba. En el pueblo estaba claro que había una panda de cabrones impresionantes, debían estar esperando a que naciera alguien para ponerle una “chapa”, o a lo mejor ya tienen la colección de chapas y según va creciendo los neonatos las van asignando en cuanto despunta algún gesto o tendencia. Deben vivir para ello, porque para el trabajo seguro que no. Están más evolucionado que nosotros está claro.

Yo, con los caballos, como no podía ser menos, iba con una cierta precaución porque el día anterior Sea Lion nos contó que los dueños de los caballos suelen poner las cinchas poco sujetas para que la gente coja miedo y se caigan y abandonen la montura, y así conseguir cobrar y que el caballo no trabaje. Y hospitales por allí cerca no hay ninguno, tan solo un centro de salud un poco raro. Y efectivamente, un canadiense que precisamente era el que mejor montaba se cayó y apareció ensangrentado. La excursión a caballo duró una hora hasta que llegamos al cráter principal, inmenso, pero con poca visibilidad porque la mañana transcurrió bajo una intensa lluvia y niebla baja. Después tras otra hora llegamos a otro volcán donde pudimos divisar gran parte de la isla. El paisaje era una combinación de roca que fue en su día lava, con grandes túneles huecos, y vegetación hasta el infinito. Tras comer emprendimos el camino de vuelta con mucha más lluvia que antes, que nos fue calando poco a poco hasta llegar helados de frío a los land rover. Supongo que con el sol la excursión vale la pena pero si uno ha visto ya unos cuantos volcanes (el vesubio, el etna, los de Costa Rica y los de Canarías) y a no ser que seas un experto, el paisaje suele ser muy similar y no te aporta mucho valor añadido en comparación con las zonas de mar de las Galápagos. Pero aun asi vale la pena si el día es soleado y te permite tener vistas. La última erupción fue en 2005 y Puerto Villaamil, el único núcleo habitado de la isla, no corrió peligro.
Nustro guía nos explicó con bastante detalle la fauna y flora local, en especial la vida de los castus gigantes. Crecían un centímetro al añoy algunos sobrepasaban los cinco metros tranquilamente. Eso si que es una vida plana...fotosíntesis activa, absorción activa de nutrientes bajo el terreno rocoso y a parir panteras! A esperar que vengan los pinzones que te laman un poco y extiendan tus semillas. Mientras tanto, a sentir y sentir el sol y el agua, y quietos parados.

Si generalmente una excursión duraba 3-4 horas, mi costilla conseguía prolongarla al menos un par de horas más gracias a su amigable conversación con los guías de turno. Con todos ellos conseguíamos intercambiarnos direcciones, y nos facilitaban multitud de datos útiles, pero es que éramos los únicos que lo hacíamos, cosas de mi costilla. 220V nos comentaba que estaba también haciendo un curso para acreditarse pero el vivía al día, si tenía hambre se subía a las tierras altas donde había cultivos y cogía frutas tropicales para comer o se iba a la mar a pescar. Si necesitaba dinero lo pedía prestado a la red local y luego lo devolvía o lo prestaba a otros si en ese momento tenía excedente. Para desplazarse van en bici y andando sin prisas. El surf es la pasión de los jóvenes. Los galapagueños y en especial en esa isla, no estaban enfermos como los occidentales, no tenían prisas ni amor por el dinero por encima de todo.

Por la tarde, alquilamos un snorkel y nos fuimos a bucear a la bahía de Concha Perla. Allí nadamos con lobos marinos y con alguna tortuga pero hacía un poco de corriente y de frío en el agua y no pudimos continuar hasta una laguna de mar lejana donde había más abundancia de fauna. Con frío volvimos al hotel y para entrar en calor me dí un baño al atardecer en el mar y me metí en la ducha fría del hotel ( tenía ducha caliente, pero era eléctrica y el agua transmitía un poco de corriente, y de caliente solo tenía el nombre la muy puñetera).

Esa noche para celebrar el cumple fuimos a cenar con la familia que gestionaba el hotel Wooden House porque mi costillita allí por donde pasaba hacía amigos. Nos habían preparado un par de langostas junto a crema de verdura, arroz y no se que más. Estaban estupendas, luego nos hicimos fotos y nos desearon todo lo mejor. Ellos era de Guayaquil y se encargaban de gestionar unas camaroneras por allá, para el dueño que era Felipe. Un buen día Felipe decidió montarse un hotel en las Galápagos y ellos vinieron con él a administrarlo. El ingeniero Felipe era el típico macho alfa de una manada, cazaba con sus amigotes, pescaba pez espada, viajaba por el mundo, y pasaba largas temporadas de aquí por allá. Yo, como macho beta, no hice buenas migas con él y no fue nada fácil decirle que abandonaba su hotel por otro.

Aquella noche Máximo de nuevo salió a dar un paseo solo por la playa, se acercó a escuchar música al bar de Beto y oyó de nuevo los sonidos del amor de una pareja que acostumbraba por lo visto a hacerlo siempre en el mismo sitio, a la luz de las estrellas y bajo el sonido de la mar océana. Zzzz, zzz, zz, z.

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