jueves, 18 de diciembre de 2008

Isabela 2 de diciembre

El miércoles comenzamos el día con la peor decisión que tomamos el viaje, nos fuimos del Wooden house y nos metimos en el Cormorant Hotel. Unas cabañas con estupendas vistas y salida directa a la playa que nos garantizaban un maravilloso atardecer a cambio de camas no tan cómodas y agua fría en la ducha...

Este día teníamos organizada ya una excursión con Fabricio, nuestro nuevo guía. Nos encontró el primer día en el embarcadero, nos siguió hasta el hotel, esperó y nos abordó para enterarse qué queríamos hacer. A pesar de que en principio dejamos esas gestiones en manos del hotel, Fabricio se las arregló para formar un grupo de 5 personas y organizarnos un día de buceo por los "toneles", "la cala del finado" y por "Roca Unión".

Nuestros compañeros de ruta era una profesora de inglés americana y sus dos padres. Ella llevaba ya varios meses en Isabela y del tiempo que tenía para todo, había llegado a estudiarse y sintetizar con esquemas las instrucciones de su cámara fotográfica!!

La excursión fué tranquila y duró algo menos de 50 minutos hasta nuestro destino, una zona de lava que había quedado sumergida por el mar y que formaba recovecos y pequeñas lagunas donde había mucha fauna marina que era posible ver desde las rocas incluso. En apenas un par de mintos vimos una gran tintorera, una raya y una tortuga de mar. Empezábamos bien. La zona terrestre había sido colonizada por grandes cactus, pinzones y saltamontes que eran capaces de saltar hacia el mar y girar para dar la vuelta hacia tierra, cosas de la evolución, pienso, porque a mi que me encantan los insectos, no he visto vuelos igual.

Fabricio nos demostró con la fibra que era muy diestro, pues atravesó con bastante temple una zona de mar brava con escaso fondo donde rompían las olas y después maniobró en ese laberinto de rocas sumergidas perfectamente.

Desfués fuimos a la laguna del finado, que tiene esa denominación por la muerte años atrás de un pescador local, allí nos pusimos los neoprenos e iniciamos el snorkel. Guauuu!!, al sumergirnos en las cuevas Fabricio nos enseño los tiburones que descansaban en el fondo de las cuevas. Algunos de ellos eran enormes y no podías dejar de sentir un escalofrío cuando venían hacia tí y se giraban a un metro escaso. Uno de ellos era especialmente grande y podías ver su típico estilo de flotación. Allí estuvimos bastante tiempo viéndolos en distintas cuevas y haciéndoles fotos con cámaras acuáticas. Tras bucear por distintas lagunas salimos a una gran ensenada donde pudimos ver mantas y grandes tortugas hasta que el frío apareció y salimos ya hacia la barca de guía. Despúes salimos hacia "roca unión", un enorme peñasco con piqueros de patas azules y algunos lobos marinos, donde nos impresió como el mar subía y bajaba golpeando la roca. Nuestro guía, de vez en cuando, soltaba el currican para intentar pescar y consiguió dos peces muy bonitos y fatalmente perdió un gran pez, de algo más de medio metro tras una lucha agotadora de veinte minutos. No lo pudimo ver. Fabricio como pudimos comprobar más adelante era un gran vividor, y vivía de lo paseos de los turistas y de la pesca. Siete horas después tran un día increible volvimos al embarcadero de Isabela. Precio de la excursión 50 $por persona. Cuando nos trasladamos al Hotel Cormorant pedimos la llave a una abuela de 88 años a la que faltaban varias falanges en las manos, signos de lepra pensé, cuando me preguntó mi edad me dijo que todavía estaba en edad de gozar (que dios la acoja en su seno pense!!!).


A las 16:00 volvimos ya al embarcadero y tras secarnos nos dirigimos hacia una ruta que atravesaba una zona de manglares y que finalizaba en el centro de cría de tortugas terrestres. Número de turistas presentes en el centro, 2 personas. Viendo como era la isla decidimos prolongar un día más nuestra estancia. Aquella noche soñe por vez primera con iguanas, el animal más Punk del planeta Tierra, parecen un viejo pirata.

Al atardecer fuimos al espolón de la playa y nos tomamos un par de cervezas en Lion Pub, donde conocimos a una pareja y su hija. Mientras Máximo bebía y se tiraba casi una hora en la hamaca cerca de unas iguanas y un lobo marino jugetón, mi costilla hacía migas con los dueños del Pub y su hija. La madre de Sea Lion, a si se llamaba el dueno, 25 años, vivía en Pozuelo y quedamos en enviarle unas fotos de su nieta. Hacían 10 años que no se veían y estaba interesado en llevarles recuerdos. Sea Lion estaba haciendo cursos de formación para acreditarse como guía turístico por el Parque Nacional y así poder ejercer la actividad en el futuro. Sea Lion era un personaje nervioso, excesivamente nervioso para las galápagos, y para casi todos los sitios. Él y su pareja eran guayacos, es decir de Guayaquil y su mujer fue la más guapa que ví en todo el viaje con una mirada algo más que incómoda... Sea Lion nos contó que todo el mundo tenía una "chapa" (mote) en la isla. Así Fabricio era conocido como Mowgli, Luis un taxista al que buscamos desesperadamente era "Diez menos cuarto", y así todos y cada uno y Junior era Junior, no tenía chapa... pero era el mayor de todos sus hermanos.



Después fuimos a cenar al restuarante Oasis, siguiendo la recomendación de Junior, el negrito de las bicis, y nos zampanos una buenas langostas en un ambiente afroamericano ( 15 $)



Tras la cena mi costilla se fué a la cama y Máximo salió a la playa para refrescarse con la brisa, a apenas diez metros de nuestro hotel una pareja de galápagueños bailaban rítmicamente la danza del amor sin inmutarse ante mi presencia y unos pocos metros más allá ví el Bar de Beto, el único bar normal allá. Sólo había unos cuantos yankies y buena música, la creedence!! Después esciche un extraño blues local interpretado por el que luego averigué, "el gringo Juan" un personaje muy conocido cuyas cenizas se esparcieron por la mar no hace muchos años..Una hora después Máximo y su costilla intentaron dormir...



Al día siguiente teníamos planificada una excursión una caballo al volcan Sierra Negra. La isla Isabela era maravillosa, la más completa en cuanto a fauna. Nuestras actividades dependían de una desconocida red social donde un personaje de la isla te llevaba a visitar a sus amigos o familiares, que a su vez te recomendaben otros sitios ligados emocionalmente a ellos. Fabricio nos llevó al resturante de su tía, Junior nos llevó al restuarante de sus amigos afroamericanos, y así todo. Toda una cadena social que subías y bajabas buceando, cenando, durmiendo o a caballo. Cada eslabón te costaba unos dólares pero valía la pena el precio.

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